sábado, 16 de marzo de 2013

Esa palabra tan rara



Educomunicar, vaya palabra. Hace cinco meses no la había oído en mi vida, y sin embargo ha ido tomando forma hasta convertirse en un concepto útil y con mucho significado, que revela mucho más de primeras parece ser.
Como estudiantes y teniendo en cuenta que desarrollaremos esta actividad como mínimo hasta los 16 años, ¿Qué es lo que buscamos en la educación, o qué nos gustaría recibir de ella? ¿Nos conformamos únicamente con ser receptores de los conocimientos de un profesor que da su clase y sale de ella satisfecho porque ha conseguido explicar todo lo que tenía programado, o bien desearíamos apartarnos un poco de esa línea que va del emisor (docente) a receptor (alumno) y tratar de intercambiar conocimientos y experiencias e incluso poder trabajar y cultivar otros campos más personales que nos permitan adquirir capacidades del tipo emocional, por ejemplo, que nos ayudarán en nuestro desarrollo personal?
“Childens full of life” es una buena muestra de lo que quiero decir. En este colegio japonés, muy alejado de ese estereotipo que tenemos de un país que es rígido con sus estudiantes, con sus gentes, percibiéndose como  una cultura un tanto fría, un profesor se implica con sus alumnos y trata de formarles en todos los campos de la vida, no sólo en los académicos, sino también en los humanos, animándoles a ser felices, a compartir sus sentimientos y pensamientos; a ayudarles a ser más empáticos, cosa que dentro de un mundo globalizado que se ha vuelto excesivamente egoísta e individualista, se presenta como una luz en medio de un océano oscuro.
Que un profesor se dedique a dar beso y abrazos a los alumnos es cierto que se percibe como algo raro, pero quizá debamos verlo como un acercamiento que consiga que los alumnos también sean más receptivos a las enseñanzas del maestro, el cual se muestra como una persona, no sólo como un mero profesor.
Durante mis años académicos, por desgracia, cuento con los dedos de las manos los profesores que han conseguido generar un interés en mí, más allá de si su materia me gustaba o no. Valoro positivamente aquellos que mientras dan su lección, son capaces de ofrecer una opinión personal y hacerte partícipe de ella, generando el nacimiento de una idea en nosotros que puede o no coincidir con la suya, pero que de igual forma tiene como resultado un pensamiento.
En tantos años ¿cuántas clases soporíferas hemos tenido? ¿Cuántas veces hemos dicho “no me he enterado de nada” y sin embargo nos hemos quedado tan panchos? Yo reconozco que en mi caso, han sido demasiadas. No se si habrá sido algo malo o bueno, pues en cualquier caso académicamente no me ha ido mal, pero sí debo reconocer que cuando sobre una enseñaza, en mi ha surgido una idea o esa misma me ha hecho razonar y llegar a una conclusión de la que de otra forma no me habría dado ni cuenta, un pensamiento crítico que ni siquiera me había dado cuenta que estaba ahí, creo que en esos momentos de alguna forma me estaban educomunicando, pero claro, yo aún no conocía esa palabra.

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